¿Quién te iba a decir, y a mi también, Yukita, que ayer, cuando me levanté a las tres y media de la mañana para sacarte a hacer tus cosas, (recuerdo que te asustaste un poco al verme), sería la última vez que te sacaría? Que sería la última vez que te llevaría en brazos de vuelta a la cuna para que siguieras durmiendo.
Que no voy a volverte a ver más, ni a acariciarte las orejas, ni a abrazarte, ni te llamaré a comer ni a ponerte tus bolitas… Que cuando llegue a casa ya no podré preguntar ¿qué tal se ha portado hoy?, ni podré saludarte ni darte almendras ni dejar que chupes el yogur… Ya no estarás en Navidad para comer el cordero que tanto te gustaba, o el pollo, o cualquier cosa que cayera de la mesa…
Cada vez que entro en la cocina miro tu cuna vacía. Aunque sé que no estás, la miro.
¿Dónde estarás ahora?
Ayer por la tarde, cuando llegó Cucho, estabas tumbada en el suelo y ni siquiera hiciste un esfuerzo por levantarte para saludarlo. Ya no podías y lo sabías, Yuka. Ya estabas vencida, mi niña.
La última vez que te vi, parecías un trapito en manos de la veterinaria.
Sedada, parecías ya muerta, cadáver. Los cuatro te despedimos entre caricias y llorando a moco tendido. No dejo de llorar mientras escribo esto.
Te echamos mucho de menos, Yuka, mucho. Pero nos consuela saber que te hemos evitado sufrimiento y agonía, que no merecías.
Ahora me arrepiento de no haber pasado más tiempo contigo, de no haber jugado más, o de haberte dado algún cachete. Lo siento mucho. Has sido la mejor perra del mundo, la mejor.
No sabíamos que nos ibas a doler tanto.
Nunca te olvidaremos.
Que no voy a volverte a ver más, ni a acariciarte las orejas, ni a abrazarte, ni te llamaré a comer ni a ponerte tus bolitas… Que cuando llegue a casa ya no podré preguntar ¿qué tal se ha portado hoy?, ni podré saludarte ni darte almendras ni dejar que chupes el yogur… Ya no estarás en Navidad para comer el cordero que tanto te gustaba, o el pollo, o cualquier cosa que cayera de la mesa…
Cada vez que entro en la cocina miro tu cuna vacía. Aunque sé que no estás, la miro.
¿Dónde estarás ahora?
Ayer por la tarde, cuando llegó Cucho, estabas tumbada en el suelo y ni siquiera hiciste un esfuerzo por levantarte para saludarlo. Ya no podías y lo sabías, Yuka. Ya estabas vencida, mi niña.
La última vez que te vi, parecías un trapito en manos de la veterinaria.
Sedada, parecías ya muerta, cadáver. Los cuatro te despedimos entre caricias y llorando a moco tendido. No dejo de llorar mientras escribo esto.
Te echamos mucho de menos, Yuka, mucho. Pero nos consuela saber que te hemos evitado sufrimiento y agonía, que no merecías.
Ahora me arrepiento de no haber pasado más tiempo contigo, de no haber jugado más, o de haberte dado algún cachete. Lo siento mucho. Has sido la mejor perra del mundo, la mejor.
No sabíamos que nos ibas a doler tanto.
Nunca te olvidaremos.